Amianto: la responsabilidad de limpiar el planeta para las futuras generaciones
Cada vez que hacen algún descubrimiento importante o útil, los humanos tienen la tendencia de aplicarlo a usos prácticos inmediatamente. Y eso es bueno, porque propicia los avances científicos de la sociedad. Pero por otra parte, en ocasiones no nos damos cuenta de los efectos perjudiciales, que pueden tardar hasta décadas en manifestarse, como es el caso del amianto o asbesto.
Este mineral metamórfico fibroso, conocido desde la Grecia antigua hace más de 4000 años, tiene una serie de propiedades muy útiles para el área industrial y de la construcción. Por ejemplo,
- poder ser separado en fibras largas, flexibles y resistentes al fuego y a las altas temperaturas;
- baja conductividad eléctrica y elevada resistencia a los ácidos;
- bajo coste de extracción y procesamiento;
- abundancia de yacimientos por todos lados.
Así, no es de extrañar que fuera masivamente utilizado en:
- textiles ignífugos,
- envases,
- revestimientos de hornos y pinturas,
- frenos, embragues y transmisiones de autos, camiones y tractores por su alta fricción,
- sectores eléctricos, naval y ferroviario,
- papel y trajes de bombero,
- refuerzo de tubos plásticos y recubrimiento de tejas para techos. Por solo mencionar algunos usos.
Pero, en la actualidad es reconocido en el mundo como un problema y muchas asociaciones están dedicadas a informar y apoyar a las víctimas. Además, profesionales cuidadosamente formados y equipados, reúnen y eliminan de forma apropiada todo el amianto instalado.
Este es un agente cancerígeno pulmonar. Lo cual se debe a que las fibras del material, que es básicamente una roca que se puede tejer, al romperse en tamaños microscópicos y ser inhaladas, permanecen adentro del órgano, sin disolverse o ser expelidas. Produciendo entonces asbestosis, cáncer y mesotelioma, enfermedades caracterizadas por causar dificultades respiratorias y en casos de alta exposición, la muerte.
Los más afligidos resultan ser los trabajadores en contacto directo con el asbesto, seguidos por las poblaciones que viven cerca de las fábricas que lo procesan, o en los mismos hogares que al recibir mantenimiento, reparaciones y demoliciones lo desprenden.
Afortunadamente, además de los exhaustivos esfuerzos de recolección y eliminación, existen campañas de concientización, avances médicos listos para ayudar a todos los afectados y constantes descubrimientos de otros materiales y aleaciones menos dañinos.